Fibromialgia y Biodescodificación

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Según la biodescodificación, las personas con fibromialgia suelen tener 4 conflictos determinados.

– En primer lugar una falta de dirección.

– También una desvalorización importante.

– También puede haber un contacto «impuesto».

– Y miedo a la muerte.

Alguno de estos conflictos pueden haberse originado o bien durante la gestación en el vientre de la madre por los impactos recibidos por la madre, o bien puede haber una parte de origen familiar, transgeneracional.

La fibromialgia está considerada un diagnostico controvertido y algunos autores afirman que no debe considerarse como una enfermedad debido, entre otras razones, a la falta de anormalidades en el examen físico, en los exámenes de laboratorio objetivos o en estudios de imágenes médicas para confirmar el diagnostico.

Se denomina fibromialgia a un grupo de síntomas y trastornos musculoesqueléticos poco entendidos, que se caracteriza fundamentalmente por fatiga extrema, dolor persistente, rigidez de intensidad variable de los músculos, tendones y un amplio rango de otros síntomas psicológicos, como dificultades para dormir, rigidez matutina, dolores de cabeza y problemas con el pensamiento y la memoria, algunas veces llamado “lagunas mentales” que suelen impedir el funcionamiento rutinario de las personas. Es un trastorno “no contagioso” presente en aproximadamente entre el 3 y el 6 por ciento de las mujeres jóvenes, comúnmente entre los 20 y los 50 años de edad.

Una cosa a destacar, debido a que es un síntoma poco entendido, es que los enfermos de fibromialgia sienten que los demás no les creen porque el dolor no se ve. Es un sufrimiento interior, es la enfermedad de las fibras familiares.

Los afectados son personas excesivamente serviciales y necesitan el dinamismo de la familia, a la que por otra parte suelen culpar, aunque sea de forma inconsciente, de su falta de actitud.

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La fibromialgia se produce cuando tenemos bloqueos para convertir los impulsos interiores en actividades exteriores: “Conflicto de Desvalorización”, con lo que hago o dejo de hacer”. “Si me muevo a un lado, no estoy bien; si me muevo hacia el otro, tampoco estoy bien, por lo tanto, no me muevo”.

Asimismo, en la fibromialgia existe un conflicto denominado “Contacto Impuesto”: tener que asumir, hacer o estar con una persona o situación determinada que desagrada.

Se puede considerar que el conflicto principal que se esconde en las personas que padecen fibromialgia es lo que se denomina un “Conflicto de Dirección”: Pánico a equivocarse de dirección. Conflicto por haber elegido la mala dirección, por estar sobre una pista mala, sea real, imaginaria o simbólica. Desvalorización por no encontrar el buen camino. La dirección que estoy tomando en mi vida no me satisface. “¿Qué estoy haciendo aquí?”.

Otro conflicto importante que puede existir detrás de una fibromialgia es el “miedo a la muerte”, pero no a la muerte física, sino a la muerte de su propia “identidad” (sentirse con falta de pertenecer a la familia, real o a la que ella se imagina, o sentir que la familia no hace lo que ella quiere).

Del mismo modo puede existir un conflicto denominado La Doble Obligación: “Voy hacia la persona que quiero pero al mismo tiempo es mi verdugo”.

Uno de los conflictos escondidos detrás de la fibromialgia es la incapacidad de dejar de controlarlo todo, de no poder delegar en otros, de incluso hacer lo que otros tienen que hacer porque «si no lo hago yo ¿quién lo va a hacer?»

Aunque en muchas ocasiones, consideramos a los demás responsables de nuestros bloqueos, estos no hacen más que reflejar nuestro miedo a resolver un asunto; miedo a actuar, a avanzar, a afirmar nuestro propio punto de vista, en definitiva, miedo a hacer lo que uno cree que debe hacer.

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La fibromialgia es una desvalorización tan estructurada que quien la padece cree que es la única forma de vivir y la correcta. No hay derecho a quejarse, no hay que molestar a los demás con mis problemas, no hay que entristecer al otro contando mis frustraciones. Eso es desvalorización.

No puedo ni voy a decir que mi familia es la culpable de mi enfermedad. No hay culpables. La responsable de mi enfermedad soy yo. Y también la responsable de sanarme. Lo mismo que te enferma, te sana.

Se acepta cargar con un peso familiar que supera con creces la energía de la persona pero que no se puede abandonar. La fidelidad familiar es tan grande que es preferible estar enfermo que salirse de ese patrón para hacer una vida propia. ¿Qué derecho tengo a hacerlo? ¿Qué van a pensar? ¿Quién va a hacer todo eso que hago yo si no lo hago yo?

La familia no entiende qué enfermedad es y cuales son sus implicaciones, ni dónde se puede agarrar ni cómo llegó al que la padece; no disfruta sabiendo que un familiar padece esa enfermedad pero no está demasiado molesta con la situación porque la persona fibromiálgica cumple a la perfección su rol de contentar al resto. Pero repito, no hay culpables.

Y como la fibromialgia y la fatiga crónica no manifiestan síntomas externos, no producen marcas visibles, es muy fácil que se olviden que quien la padece les dijo que estaba enferma y suben el nivel de exigencia. Y la enferma, como buena desvalorizada cumple a rajatabla con las exigencias, se esfuerza cada vez más. Ellos son más importantes que ella y su sufrimiento. Y cuanto más cumple con lo que le piden y más satisface a la familia, más dolor hay, más agotamiento, más frustración.  Y se sigue dando vueltas en la jaula del ratón, se sigue sin parar en esa rueda, sin salir de esa jaula. Una jaula llamada fibromialgia.

Todo lo que hay que entender es que lo único que hace la enfermedad es pedir a quien la padece que pare, que suelte peso. El paciente se dice que se derrumba con tantas cargas a sus espaldas. Se dice que es mejor estar inmóvil en una cama que marchando a hacer lo que no quiere hacer. Porque, en el fondo, ya no quiere hacer nada de lo que hace pero no tiene valor ni para escucharse. La biología sí que se lo está diciendo a gritos pero ¿alguien había dicho que hay que escuchar a tu cuerpo?

La fibromialgia también tiene mucho que ver con una “oculta” tendencia a querer cambiar al otro: “le gusta beber… pero por mí lo va a dejar”, “ya sé que es un mujeriego pero conmigo será diferente”, «me enamoré de Pepito por los chistes que contaba y ahora ya no me gusta que lo haga así que le riño siempre que lo hace: ‘es que no sabes relacionarte de otra forma… no ves que siempre cuentas los mismos chistes’”.

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Recomendaciones:

– Darse cuenta de que los demás no hacen más que reflejar el miedo que siento a afrontar un asunto, a actuar, a avanzar, a afirmar mi punto de vista. El miedo que siento a hacer lo que creo que debo hacer, en definitiva.

– Hacer planteamientos correctos y prepararse interiormente para las acciones, para llegar a la meta, estableciendo de nuevo contacto con nuestra voluntad. Encontrar una buena razón que nos motive y podamos dirigirnos hacia lo que realmente queremos.

– Parar, detenerse, relajarse y meditar en vez de tensar tanto la cuerda.

– Si no puede reconducirse una situación malsana, hay que cortar la relación con aquellos miembros de la familia que le causen daño.

Vivir – muy importante – uno mismo y dejar vivir – también importante – a los demás es una clave para que todos esos síntomas dejen de acompañarnos… si yo hago lo que siento que es mi función… ¡no hay error! y no tendré tiempo ni gana alguna de meterme y controlar la vida de los demás. Eso sí, mi función la haré de mil amores.

Joaquín Ferrer

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