A primera vista, desde una perspectiva científico-materialista, la astrología no tiene ningún fundamento digno de crédito. Precisamente por eso, la ciencia en general tiene un prejuicio negativo contra ella y normalmente no se ha molestado en analizarla, aunque solo fuera por curiosidad intelectual. Sin embargo, cuando prestamos atención a sus postulados, descubrimos con sorpresa que sus afirmaciones -con respecto al temperamento que la carta astral imprime en cada individuo- son bastante certeras. El hecho de que se nos escape una explicación racional para ese fenómeno, no tendría que hacernos descartar todo el potencial que la astrología tiene que ofrecernos; al contrario, debería ser un acicate para investigarla con más ahínco.
Ya hace más de tres mil años
desde que los caldeos observaron que los acontecimientos del cielo seguían un mismo patrón, las estrellas se movían en el firmamento siguiendo un orden fijo, y los planetas giraban excéntricamente y casi en un mismo plano sobre el fondo estelar.
Los caldeos, para confeccionar su sistema cosmológico, utilizaron las doce constelaciones más importantes, por las que el Sol y la Luna pasaban periódicamente y que constituyen los antepasados de nuestro zodíaco. Cada dos horas las constelaciones giran en el cielo 30º, o sea una doceava parte del total de la circunferencia. Durante siglos, toda observación astrológica permaneció ligada a la salida y ocaso de los cuerpos celestes siguiendo este patrón. Además existía otro conjunto de 12 secciones, que no guardaban relación con la anterior, denominadas casas.