Herida de la infancia: La humillación

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Se da sobre todo entre el primer año de edad y los tres años.

El niño se ha sentido humillado por uno de sus progenitores (preferentemente el que se encargó mayoritariamente de su cuidado) a través de una actitud represiva y despreciativa, crítica intensa y vejaciones en la infancia. El niño siente que sus padres se avergüenzan de él, que lo desaprueban, que airean sus problemas a los vecinos.

Cada vez que se le dice a un hijo cosas como ‘¡No seas tan torpe!’ o ‘¡Pero mira que eres malo!’, se le está humillando. Un niño humillado por sus padres crecerá con una terrible herida en su autoestima. Si las personas que más quiere, en las que confía, le reprochan constantemente aquello que no hace bien, sus pequeños errores, su incapacidad para hacer ciertas cosas… o resalta cualquier pequeño defecto que pueda tener, estará minando para siempre la confianza del niño en sí mismo.

COMPLEJOS Y MÁSCARAS

Cuando crezca, esa baja autoestima y los complejos que acarrean harán que sea terriblemente tímido, se sentirá inferior a los demás. Puede ponerse la máscara de la persona en exceso servicial. Haciendo favores a todo el mundo, tratando casi de expiar sus culpas ya que se sienten culpables por todo. Se niegan sus ganas de pasarlo bien y la necesidad de sentir placer. Se rebajan y dejan que los demás los sigan humillando. Disfrazándose de mártires, de “que buena persona soy” porque creen que no valen nada ya que ese niño de verdad se creía que no valía nada.

Muchas personas con esta herida esconden detrás de un exceso de comida su falta de alimento emocional, y luego se sienten culpables por su exceso y el aspecto derivado de él.

Por el contrario, también puede ponerse la máscara de persona altiva y soberbia e intentará hacer lo mismo que sus padres hicieron con él, convirtiendo a los demás constantemente en foco de burlas, llamando la atención mediante un comportamiento inadecuado o intentando ‘camuflar’ su baja autoestima -mientras no sepa hacerlo mejor- bajo esa falsa máscara de prepotencia y tiranía hacia los demás.

OTROS TRAUMAS DERIVADOS

Por otra parte, cuando la persona contacta con esta herida a través de alguna experiencia cotidiana (objetiva o no), puede que exista un componente traumático del cual una parte de ella siente que debe protegerse. Así, las defensas psicológicas asociadas al posible trauma de humillación son la activación de la vergüenza, la disociación, el congelamiento, la ira, la sumisión y el colapso.

Además, la persona que tiene una herida fundamentada en el trauma de la humillación, tiende hacia un perfil masoquista. Su gran miedo es el miedo a la libertad.

La persona masoquista:

  • Se esfuerza mucho por cumplir las expectativas de los demás. En ocasiones, esas expectativas vienen de Dios u otra figura superior.
  • Tiende a hacerse cargo del sufrimiento ajeno.
  • Rechaza la sensualidad y el amor por los placeres asociados a los sentidos. Le conecta con vergüenza.
  • No se permite disfrutar demasiado de la vida.
  • Suele tener historias complicadas con la sexualidad en su infancia o adolescencia.
  • La sensación de libertad le conecta con la ausencia de límites y sentir demasiado placer.
  • Conoce sus necesidades, pero nunca las escucha. Tiende a la constricción de los placeres terrenales como forma de vida.
  • Se siente fácilmente sucia o indigna, tendiente a sentir asco hacia sí misma.
  • Se recompensa a menudo con comida, pero pronto aparece el remordimiento, la culpabilidad y la vergüenza.
  • Utiliza la auto-humillación como forma de hacer reír a la gente.

RECUERDA

Tu palabra es tan importante como la de cualquier otra persona que esté en tu presencia. Tu vida merece ser disfrutada exactamente igual que la de otra persona. Entiende que cada cual debe cumplir sus propias expectativas, la gente no tenemos el deber de cumplir las de otros, ni tenemos el derecho de exigírselo a los demás. No necesitas hacerte de menos para que otros se sientan bien a tu lado. Bromea sobre otras cosas, pero no uses lo que no te gusta de ti para hacer reír a otros.

Tienes derecho a expresar y defender tus necesidades y puntos de vista como igual de válidos que los de enfrente. Permítete alguna decisión impulsiva de vez en cuando. Permite los caprichos y las cosas “porque sí”, sin más, descubrirás que bien sientan. Cometer errores no te convierte en alguien erróneo, como tener defectos no te convierte en alguien defectuoso. Así es que entiende que no eres indigna, ni pequeña, ni tus acciones son sucias, ni siquiera cuando éstas te conectan con tu sensibilidad o sensualidad. 

LA TRAICIÓN DE LOS PADRES

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