Herida de la infancia: El abandono

Continúa desde LAS HERIDAS DE LA INFANCIA: El Rechazo

La herida de Abandono se produce desde que nace el bebé hasta los tres años de edad.

El niño siente que lo dejan de lado, que molesta, y no sabe porqué. Muchas veces el niño ha tenido experiencias de abandono en la infancia por parte del padre del sexo opuesto. Así, el trauma se construye sobre la falta de afecto o la recepción de un cariño frío o distante.

La herida de abandono tiende a conectar a la persona con un sentimiento de soledad e indefensión, y la defensa asociada a esta herida es la de persona dependiente; su gran miedo es el miedo a la soledad.

Este niño lleva desde pequeño la máscara de los apegos

Apegos a sus ideas, apegos a las personas o a las cosas. Necesitan personas a su alrededor. Incluso se sienten a veces solos estando rodeados de gente porque no pueden dejar de lado al “niño abandonado” que no han sanado.

La persona dependiente tiene miedo a no ser aceptada, miedo a vincularse con otras personas (a la cercanía, al afecto positivo…), suelen ser complacientes, evitan los conflictos y tienden a la desconfianza.

No hay un sentimiento más desolador para un niño que el sentirse abandonado. Cuando siente que sus padres no están (no le consuelan al llorar, prefieren al hermano recién llegado, un padre fallece, etc.), se siente “abandonado”. Esto le genera un vacío y una serie de miedos con los que tendrá que luchar el resto de su vida. Muchos de los niños que no se sintieron queridos de pequeños, que se sintieron abandonados por sus padres, se pasan el tiempo, durante su edad adulta, buscando emociones fuertes, actividades de riesgo… al tiempo que rechazan el cariño y contacto físico. Además, tendrán problemas para entablar relaciones estables y trabajos o proyectos duraderos.

Así, la persona dependiente:

  • Busca la presencia y atención constante de otros.
  • Sufre con frecuencia una tristeza profunda lo que le lleva a llorar y compadecerse de sí misma con frecuencia.
  • Desarrolla una actitud victimista.
  • Empatiza muy fácilmente con el sufrimiento de los demás, pero tiende a hacerlos suyos o llevar la conversación a su terreno.
  • Exhibe un lado dramático.
  • Se agarra físicamente a los demás, generando una dependencia a la hora de tomar decisiones.
  • Demanda demasiado consejo u opinión de otras personas.
  • Suele tener cambios frecuentes e inestables de humor.
  • Cree que una prueba de amor es que el otro esté siempre de acuerdo con ella.
  • Se viene abajo en presencia de una persona agresiva. Le angustia mucho la idea de quedarse sola.

Busca ser el centro de atención

La persona que ha experimentado la herida de abandono en su infancia se distingue por el deseo de hablar y por sentir placer en la conversación.

Posee un alto grado de inteligencia verbal y le encanta hablar de sí mismo, generalmente de un modo favorable.

Tiene tendencia a convertirse siempre en el centro de atención; es algo que siente que necesita y, además, le encanta.

Se comunica a través de preguntas y su lenguaje es indirecto.

Con esa actitud inconsciente lo que pretende conseguir es continuar interrelacionándose para absorber la energía de su acompañante, para atraer la atención, el interés y el afecto.

Siente miedo cuando alguien pronuncia la palabra “dejar”, pues para él tiene la connotación de que lo van a abandonar.

De la misma forma, también escucharemos con frecuencia en su vocabulario las palabras “solo y ausente”, las cuales expresa desde el dolor y el sufrimiento que siente al abandono que vivió.

Su manera de comunicarse no hace más que ratificar su dependencia energética y emocional de los otros.

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Frente al trauma del abandono, RECUERDA:

Sabes estar solo/a. Tener períodos de soledad no significa estar solo, como tener hambre dos horas antes de comer no significa pasar hambre. No estás solo aunque de vez en cuando te sientas así. No necesitas la presencia constante de otras personas para sentirte seguro. Eres una persona adulta, solvente y resolutiva, que sabe atender sus problemas por sí mismo, como has hecho decenas o cientos de veces.

Entiende que las demás personas no tienen que gastar toda su atención, presencia y recursos en atender tus necesidades, pues tú puedes atenderlas por ti mismo. Cuando lo hacen, lo hacen porque les apetece, no porque te deban nada, ni siquiera porque tú las necesites. Las cosas frecuentemente son más fáciles y simples de lo que muchas veces las hacemos. Sí puedes soportar los envites y problemas de la vida, lo has hecho cientos de veces.

La gente puede dejarte plantado o decepcionarte, no cubrir tus a veces exigentes expectativas, y aun y así seguir queriéndote porque así es como quiere la gente. Nadie te abandona cuando no te hace caso. Tú formas parte del mundo, no porque los demás te hagan caso; sino que es justo al revés: los demás te hacen caso porque formas parte del mundo.

LA HUMILLACIÓN

Continuará…

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Las heridas de la infancia

“La Verdad os hará libres”. El proceso de autodescubrimiento incluye muchos aspectos (transgeneracional y proyecto sentido, karma y astrología, biografía. etc.) y, aunque posiblemente no podemos abarcarlos todos, cuanto mayor sea el autoconocimiento de nosotros mismos, más posibilidades tenemos de dirigir conscientemente nuestras acciones y nuestro destino, en vez de ser dirigidos fatalmente por la marea de la vida.

Y en ese proceso de autoconocimiento, conocer las heridas que nos marcaron en la infancia y sus características es de vital importancia.

Todos tenemos cicatrices emocionales

Aunque intentemos ocultarlas. Es curioso cómo las heridas que más persisten frente al paso del tiempo no son las heridas físicas. Poco nos importa esa cicatriz en la rodilla del día en el que nos caímos de la bicicleta. Duele más y por más tiempo, esa palabra de nuestra madre o de nuestro padre que se hundió en nuestro corazón para siempre.

He aquí las 8 heridas emocionales que permanecen en el niño cuando crece

Para sanar esas heridas de la infancia, lo primero es tener conciencia de ellas

Aunque esa toma de conciencia duele, lo importante y sanador es que de esa manera podemos darle la razón a ese niño/a que fuimos. Podemos decirle que tenía razón en sus sentimientos: que era intuitivo y sabio y efectivamente no estaban bien aquellas ofensas que le hicieron. Podemos reencontrarnos con nosotros mismos siendo niños, sincerarnos y consolar a ese niño herido.

Una vez hecho esto, el segundo paso es aceptar lo que pasó. Aunque no nos gusten, aunque nos duelan, es necesario aceptarlas. Lo que pasó, fue como fue y de nada sirve caer en una postura victimista. Es mejor verlo desde la amorosa perspectiva de la comprensión: aquello ya pasó, ahora vamos a amar a ese niño que fuimos y abrazarlo.

De niños creíamos todo lo que nos decían y, para agradar a los papás y que nadie supiera el daño que nos causaba el poder de sus palabras y acciones, nos poníamos una máscara frente a los demás. Esas máscaras que nos pusimos son la imagen que proyectamos hacia la sociedad y ya forman parte de nuestra personalidad. Sin embargo, una vez que reconocemos esas máscaras, podemos quitárnoslas. Porque esas máscaras que nos pusimos para defendernos emocionalmente nos impiden ahora ser quién realmente somos, y cómo realmente somos liberados de ellas. Una vez que hemos logrado “desenmascarar” a esa máscara y quitárnosla, podemos decir: “Sí, yo soy así”.

1.- EL RECHAZO

Esta herida surge desde la concepción hasta el primer año de edad aproximadamente.

El niño/a siente que sus padres no lo quieren, no importa si hace esto o lo otro, no depende de si hace algo mejor o peor, simplemente él siente que no quieren su existencia. Esta herida ocurre como consecuencia de que los padres han pensado que no era el momento adecuado para que el niño llegara, por las razones que sean. Y es independiente de que después los padres lo quieran. El caso es que el niño ha notado esa sensación (puede que ya desde el vientre materno) y se ha impregnado de ella: sentía que molestaba simplemente por ser y estar.

Ese niño rechazado de pequeño se ha puesto una máscara de rabia y luego se convierte en un adulto rabioso y huidizo, a quien le cuesta pedir ayuda porque teme que le rechacen otra vez.

Esta defensa suele incluir la interpretación de palabras o gestos de manera errónea, sensación frecuente de desaprobación, crítica y juicio internos constantes y miedo a ser dañado/a.

Es una persona que no se acepta, que se rechaza a sí misma, que no se siente merecedor de amor, rechaza a los demás y, subconscientemente, hace que los demás lo rechacen. Se comporta de una manera déspota y huraña para que los demás no quieran tenerlo cerca. Así vuelve a revivir, sin darse cuenta, esa herida de rechazo.

Así, la persona huidiza o evitativa:

  • Es propenso a sentir rabia.
  • Tiende a juzgarse como alguien de poca valía.
  • Se percibe distinta al resto de sus familiares.
  • Tiene tendencia hacia el aislamiento, también sensación de soledad o incomprensión.
  • Tiende a los comportamientos de huida o evitación.
  • No soporta muy bien a las personas de tono elevado o conflictivo.
  • Es perfeccionista, por miedo inconsciente a no estar a la altura de lo que cree que se le exige en la vida o sentimiento de estar desperdiciándola.

En algunos casos, como reacción al rechazo sufrido, se puede crear una ilusión idealizada que consiste en verse a sí mismo como superior. Por otra parte, con frecuencia, a esa reacción de huida se añade una actitud de separación y desprecio: “detesto y desprecio a este mundo”. En el fondo, muchas veces sienten un rechazo a su actual encarnación y aprenden inconscientemente a ausentarse del momento presente.

El rechazo daña tremendamente la autoestima. De mayor tendrá una gran dificultad para expresar sus emociones. El miedo constante al rechazo le convertirá en un adulto incapaz de entablar relaciones personales estables. Preferirá la soledad.

Si tu herida de rechazo tiene visos de trauma, RECUERDA:

“Cuéntale a tu parte defensiva (la que sostiene el trauma para que no te afecte demasiado) que de forma habitual nadie siente que sobras. Tu presencia es tan importante como la de cualquiera. Tus particularidades son solo tuyas y, aunque tienes defectos como todo el mundo, en lo general eres una persona tan apta como cualquiera. Entiende que el mundo no gira a tu alrededor, lo cual es una buena noticia porque nadie te observa, nadie te analiza, nadie espera que seas nada en especial. Ya eres una persona valiosa en ti misma. Es suficiente. Nadie te juzga. Las personas a las que quieres te quieren. No tienes que esconder nada. Ya eres alguien. Existes porque tienes la dignidad de existir. Tienes un sitio en este mundo como la que más. Puedes afrontarlo todo. Eres suficiente. Eres valiosa.”

2.- EL ABANDONO

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