Herida de la Infancia: Falta de afecto

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Aparte de las 5 heridas de la infancia que hemos analizado (Rechazo, Abandono, Humillación, Traición e Injusticia), hay otras 3 que también conviene considerar y que a continuación exponemos brevemente.

6.- Anular las emociones de los niños

Ese ‘No llores por tonterías’ o el ‘Nada de enfadarse por tontunas’ hacen más daño al niño de lo que imaginamos. El rechazo de las emociones trastoca por completo la inteligencia emocional en la infancia. Si se prohíbe al niño llorar, sentir ira o miedo, se están anulando sus emociones básicas. De mayor, será incapaz de gestionar sus emociones porque no aprendió a hacerlo de pequeño, y se mostrará con la máscara de un adulto frío y terriblemente racional, o por el contrario, al no ser capaz de controlar las emociones, puede que se transforme en un adulto demasiado impulsivo, incapaz de dominar sus momentos de euforia, pánico o ira.

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7.- Arrebatarle la infancia

Algunos padres exigen responsabilidades de adulto a los niños. Esos niños que trabajan con 8 años, o aquellos que deben cuidar de sus hermanos siendo ellos aún niños, niños a los que se les exige sacar siempre las mejores notas, a los que se les castiga si no son capaces de sacar la mejor puntuación en todo lo que hacen… El sentir responsabilidades de adultos o una presión demasiado grande por parte de sus padres les hace madurar antes de tiempo y les priva de una infancia que jamás recuperarán. Esto les genera una frustración que, ya durante la etapa adulta, se transformará en falta de confianza en sí mismos y en algunos casos, desilusión por la vida.

8.- La falta de afecto

Muy similar a la sensación de ausencia de los padres, cuando no se da suficiente cariño a un hijo, experimenta cierto retraso en el crecimiento, tanto físico como emocional. De mayor tendrá muchos problemas para relacionarse con los demás, porque será incapaz de mostrar sus emociones. La falta de afecto de los padres anula en el niño el sentimiento de afecto hacia los demás, de empatía y compasión.

LOS PADRES NO TIENEN LA CULPA

de esas heridas que pudieron hacernos. Ellos lo hicieron lo mejor que supieron. Y si no supieron hacerlo mejor, hay que tener en cuenta que ellos también fueron víctimas de otras heridas emocionales de la infancia, de otras víctimas, en una cadena de despropósitos que se pierde en la noche de los tiempos y que hay que mirar con comprensión. Culpabilizar no nos ayuda ni nos sirve de nada.

Antes de encarnarte en esta vida, tu alma, por la razón que fuera, ya eligió lo que quería experimentar; y esa experiencia con tus padres formaba parte de ello. Esas experiencias son un reto de superación para aprender de ellas al sufrirlas (sufrir el rechazo, la humillación, etc. y sus consecuencias de rabia, baja autoestima, etc.) y tener la oportunidad de trascenderlas, mediante un autoconocimiento redentor que nos permita quitarnos las máscaras y ser quienes realmente queremos ser, eligiendo la paz interior y desarrollando nuestra capacidad de amor a pesar de todo.

Hemos venido todos a amarnos y a ser felices, lo que pasa es que no sabemos cómo. Tolerancia, humildad, flexibilidad, generosidad, confianza y autoestima son cualidades, entre otras, que podemos aprender gracias al contacto con esas heridas. Y el trabajo en esa dirección es nuestra exclusiva responsabilidad.

TOMA DE CONCIENCIA FRENTE A LA EVITACIÓN

Un factor clave en la aparición de secuelas psicológicas derivadas de los traumas es la llamada evitación experiencial o represión. Esto se produce cuando la persona tiende a evitar cualquier recuerdo, sentimiento, pensamiento o situación relacionada con el suceso. Sin embargo, es precisamente esta evitación la que constituirá el desarrollo de un problema psicológico, pues no permite el adecuado procesamiento emocional y la integración de los recuerdos de esa experiencia.

Nuestro inconsciente intentará entonces encargarse de procesar toda esa información, por ejemplo, durante el sueño. Pero esta sobrecarga de trabajo para nuestra mente se manifestará con pesadillas, recuerdos recurrentes, hipervigilancia, sobresaltos, dificultades para dormir, dificultades para concentrarse, irritabilidad, comportamientos autodestructivos, etc.

En el tratamiento del trauma es esencial trabajar con las emociones y recuerdos dolorosos asociados al suceso traumático. Sólo de esta forma se consigue un reprocesamiento que permita metabolizar esas experiencias e integrarlas de forma adaptativa en la historia de la persona.

SABEMOS QUE HEMOS SUPERADO ESAS HERIDAS cuando podemos hablar de ellas sin que nos afecten, sin tener ganas de llorar, sentir rabia o ponernos especialmente tristes.

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