Este artículo empieza en la PARTE 1 y continúa desde la PARTE 3 …
26.- Nuestra cultura otorga un gran valor al “hacer”. Nos enseñan que debemos ser todo lo activos, centrados y productivos que podamos. La mayoría nos sentimos culpables cuando no estamos practicando algún tipo de actividad productiva, ya sea física o mental. Se concede muy poco valor al simple acto de “ser”; pero la verdad es que cuando descansamos en el “ser” nos sentimos conectados con la fuente de la alegría, en vez de la euforia temporal que puede proporcionarnos el “hacer” o el “tener”. El hecho de que no entendamos esto es la raíz de muchos de nuestros mayores problemas.
27.- “Conócete a ti mismo”. Creamos un personaje para defendernos del mundo y acabamos creyendo que somos el personaje que hemos creado. Para evitar eso y sentir la satisfacción de SER quien eres, antes necesitas liberarte de la insatisfacción de ser quien no eres y desidentificarte de tu ego que “se siente ofendido, necesita ganar, tener razón, tener más, ser superior e identificarse con sus logros y con su fama”. Sé que “No soy”, cuando me olvido de mi esencia y todo en mí es identificación con algo o alguien que me he construido mirando al espejo de una sociedad enferma, e imitándola para encajar en ella.

La necesidad de aprobación
28.- La necesidad de aprobación de los demás equivale a decir: “Lo que tú piensas de mí es más importante que la opinión que tengo de mi mismo”. Uno es aquello que elige ser, pero también lo que renuncia a ser. Si dependemos en demasía de las opiniones de los demás, lo que hacemos es perder energía y debilitar nuestra personalidad. Mientras mayor sea tu necesidad de halago, más fácilmente podrás ser manipulado por los demás. El pensamiento independiente no sólo es anticonvencional, sino que es el enemigo de las mismas instituciones que constituyen los baluartes de nuestra sociedad. Sin embargo, sin hacer uso de él es imposible conocerte a ti mismo y alcanzar el equilibrio personal.
29.- “Saber que, digas lo que digas, pienses lo que pienses o hagas lo que hagas, habrá alguien que no esté de acuerdo contigo, es la mejor manera de desapegarse de la necesidad de aprobación. Las personas que parecen conseguir la mayor cantidad de aprobación en la vida son precisamente las que nunca la buscan, que no la desean y a las que menos les preocupa conseguirla” (Wayne Dyer). Secretamente, la gente admira a las personas que se atreven a pensar por sí mismas.
30.- Cuando el individuo acepta o se deja condicionar por la etiqueta que lo clasifica, el Ser deja de existir. Esa etiqueta se formo en el pasado. Cuando dices cosas como “yo siempre he sido así”, “no puedo evitarlo”, etc., en realidad estás diciendo: “Pienso seguir siendo lo que he sido siempre”. Sin embargo, si haces lo que siempre has hecho, no llegarás más lejos de donde siempre has llegado.
31.- Aferrarte a tu pasado por medio de los “Yo soy”, que sacas a relucir cuando te conviene, permite a tu ego mantenerse seguro dentro de su zona de confort. Mediante la táctica de la evasión, el ego evita tener que cuestionarse a si mismo; que es a lo que más teme. De ese modo, aun cuando suframos o nos sintamos insatisfechos o infelices, el ego está dispuesto a aceptar esa desagradable situación antes que cambiar aquellos patrones mentales con los que se identifica.

La culpabilidad
32.- Las dos emociones más inútiles son la culpabilidad por lo que se ha hecho y la preocupación por lo que se podría hacer. Se considera “incorrecto” que no te sientas culpable, e “inhumano” que no te preocupes.
La culpabilidad es malsana porque gastas inútilmente tu energía en el presente sintiéndote molesto y deprimido a causa de un acontecimiento ya histórico. No hay culpabilidad por grande que sea, que pueda resolver un solo problema.
En nuestra cultura hay muchas venas de pensamiento puritano que nos envían mensajes de este calibre: “Si te diviertes, tendrías que sentirte culpable por ello”.
Puedes aprender a disfrutar del placer sin sentirte culpable. Soportar una sentencia de culpa autoimpuesta es un “viaje” neurótico que te puedes evitar. La culpabilidad no sólo sirve para inmovilizarte sino que aumenta las posibilidades de que repitas el mismo comportamiento indeseado en el futuro (Wayne Dyer. Tus zonas erróneas).
Cuando logres no necesitar aprobación, desaparecerá la culpa que puedes sentir por el comportamiento que no obtiene la aprobación de los demás, y la posibilidad de manipularte y de controlarte emocionalmente habrá desaparecido para siempre. Sentirás la satisfacción de recuperar tu autonomía cuando seas capaz de devolver a tus acusadores el regalo de sus acusaciones diciendo simplemente: “Tu opinión sobre mí a mí no me sirve, haz con ella lo que quieras”.
33.- Quien se siente culpable, inconscientemente está pidiendo castigo y atrayéndolo a su vida. La manera de enfocar las situaciones de la vida, es la clave. Conviene darse cuenta de que Causa y Efecto no es lo mismo ni tiene que derivar en Premio o Castigo.
Los errores cometidos pueden tener consecuencias de las que tendremos que aprender y responsabilizarnos, sin necesidad de que tengamos que hundirnos en dañinas, inútiles e inmovilizantes justificaciones o remordimientos. “Para que las heridas sanen, deja de tocarlas”.
Además, con respecto a nuestros errores de aprendizaje, “la vida es tan buena maestra que, cuando no aprendes una lección, te la repite”. La vida es eterna; no tiene prisa. La cantidad y duración del sufrimiento por no aprender las lecciones de nuestros errores son responsabilidad exclusiva del alumno. “Tu mejor maestro es tu último error”. Pero una vez que has aprendido, “no te juzgues más por tu pasado, ya no vives allí”.

Preocupación y Fracaso
34.- Si estás haciendo planes para el futuro y la actividad del momento presente puede contribuir a que ese futuro sea mejor, eso no es preocupación. Sólo es preocupación cuando de alguna manera te encuentras inmovilizado en el presente por algún acontecimiento que puede suceder en el futuro; especialmente cuando no tienes ningún control sobre el motivo de tu preocupación.
Cuando te pilles angustiándote, pregúntate a ti mismo: “¿De qué me estoy evadiendo al gastar el tiempo en preocupaciones en vez de vivir lo que el momento depara?”. Entonces empieza a atacar lo que estás evitando. El mejor antídoto para la preocupación es la acción.
Igualmente, hazte a ti mismo esta pregunta eliminadora de preocupaciones: “¿Qué es lo peor que me puede pasar a mí (o a ellos) y qué posibilidades hay de que ocurra?”. Descubrirás de esta manera el absurdo de la mayoría de tus preocupaciones.
Si temes sufrir, ya estás sufriendo. La preocupación no quita los problemas de mañana, quita la fuerza de hoy.

35.- Hacer un proyecto no es necesariamente una actitud malsana, pero enamorarse del proyecto es lo realmente neurótico. La gente rígida nunca crece. La rigidez tiene origen en la inseguridad y es la base del prejuicio. Los prejuicios son válvulas de seguridad que sirven para evitar el fracaso y las regiones oscuras o dudosas a cambio de anular el crecimiento.
El fracaso es un concepto subjetivo. Es simplemente la opinión que alguien tiene sobre cómo se deberían hacer ciertas cosas. Lo importante es no equiparar el acto con el valor de tu persona. El no triunfar en algo que trataste de hacer no implica tu fracaso como persona. Se trata simplemente de no haber logrado el éxito en esa tarea específica y en ese momento concreto.
El fracaso puede ser productivo. Puede servir de incentivo al trabajo y a la exploración. Y puede incluso tildársele de éxito si muestra el camino que lleva a nuevos descubrimientos. “Nada falla tanto como el éxito porque no aprendemos nada de él.”
Tenerle miedo al fracaso significa temer tanto a lo desconocido como a la desaprobación que te puede acarrear el no hacerlo lo mejor posible.
Nadie fracasa mientras no se deje vencer por la ira, la desesperación o intente justificar su situación culpabilizando a los demás.
Joaquín Ferrrer
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