Este artículo comienza en la PARTE 1 y continúa desde la PARTE 7 …
66.- “No merece la pena vivir una vida sin examinar” (Sócrates). Somos seres de deseo, en el momento que cumplimos uno, queremos colmar otro. Mientras no sepamos liberarnos de nuestros condicionamientos culturales y sociales, no nos encontraremos a nosotros mismos y el ego y sus deseos ocuparán el lugar que le corresponde a nuestra capacidad de amar.
Por un lado, a causa del orgullo seremos muy susceptibles a las críticas. Por otro, la falta de amor a nosotros mismos nos producirá un sufrimiento interior que conduce a la ansiedad, los desvaríos y la depresión.
Por mucho tiempo que hayamos estado atrapados en pautas erróneas y negativas. Éstas siempre se pueden cambiar y el momento de poder es siempre el presente.
“La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal cual soy, entonces puedo cambiar” (Carl Rogers).
Para usar el propio discernimiento no se necesita saber de todo. Sabrás que has cambiado cuando ya no te sientas ofendido; no sientas la necesidad de ganar, de tener razón, de sentirte superior o de querer tener más.

67.- Superamos realmente cualquier tipo de contrariedad cuando podemos decirnos a nosotros mismos con sinceridad: “Ya no necesito seguir viviendo esa experiencia ¡Está solucionado!”
Deja que el pasado se vaya: recupera tu propio poder. En vez de estar pendiente de lo que no quieres, usa tu mente para crear lo que sí quieres. Déjate llevar por la marea de la vida.
“Dejar ir” no significa dejar de cuidar, significa que no puedo hacerlo por otra persona.
“Dejar ir” no es aislarme, es darse cuenta que no puedo controlar a otro. “Dejar ir” no es permitir, sino reconocer el aprendizaje de las consecuencias naturales.
“Dejar ir” es admitir la impotencia, que significa que el resultado no está en mis manos.
“Dejar ir” no es estar en el medio arreglando todos los resultados, sino permitir a otros que influyan en sus propios destinos.
“Dejar ir” no es lamentar el pasado, sino crecer y vivir para el futuro.
“Dejar ir” es temer menos y Amar mas.
LOUISE L. HAY
Calidad de vida
68.- La calidad de vida consiste en ser dueños de nuestra vida y nuestro tiempo. No tengas prisa. “Venimos a este planeta a cumplir los cuatro objetivos sagrados: vivir en el amor; ayudar a los demás; vivir el momento presente haciendo lo que nos gusta y nos produce felicidad sin dañarnos, dañar a nadie o a la naturaleza; y sanar lo que hemos realizado en esta vida o en las anteriores” (Juan Cayuela).
La vida es interactuar con los acontecimientos con fluidez y paz. Cuando estás reconciliado y bien contigo mismo, comprenderás que para ser feliz no hace falta tener un motivo. Ser feliz es reconocer que la vida vale la pena vivirla a pesar de todas las dificultades. La vida siempre tiene un aliciente que ofrecernos, si sabemos mirarla con inocencia.

69.- Ahora que lo comprendes, pon en práctica el ejercicio de mirarte al espejo y decirte con sentimiento, tal y como recomienda Louise Hay: “ Me comprendo, me perdono, me amo y me apruebo… Me merezco lo mejor… Mi nuevo mundo es un reflejo de mi nueva manera de pensar… ¡Todo está bien ahora!”. Planta esas semillas y riega esas afirmaciones hasta que sientas como, atravesando la tierra seca de tu niño herido, rebrota tu niño interior.
70.- El ego solo se somete cuando reconoce un poder más alto. “Ama y haz lo que quieras, porque todo lo que hagas, lo harás con amor (San Agustín). “No sabemos lo que somos hasta que vemos lo que podemos hacer” (Martha Grimes).
Al final, la autoestima depende únicamente de nosotros, de nuestra capacidad de seguir aquellas normas morales que nosotros mismos nos hemos dado.
“Sé el cambio que quieres ver en el mundo” (Gandhi). “La luz no vence a la oscuridad, sino que la desvanece con su fulgor” (UCDM). Eres luz y tu misión es brillar en la oscuridad. Ilumina tu parte… y desapégate del resultado. Ten la suficiente humildad para reconocer que los planes de Dios son mejores que los tuyos. En resumen: “Deja a Dios ser Dios, y dedícate a ser buen hijo de Dios”.

LA TRANSICIÓN
Para que estos conceptos de crecimiento personal se integren realmente en la persona, más allá del conocimiento intelectual de ellos, se requiere un periodo de adaptación que se estima en no menos de 40 días (lo que se llama hacer una cuarentena).
Cuarenta días es el plazo mínimo necesario para borrar los antiguos caminos neuronales del cerebro y cambiarlos por otros nuevos, tal como ha constatado la ciencia, coincidiendo en ello con lo afirmado tradicionalmente por la sabiduría popular.
Para el éxito de dicha cuarentena, es fundamental cumplir con el requisito adicional del Aislamiento; especialmente el alejamiento de las influencias tóxicas: generalmente la familia y los amigos que cuestionan tu nueva actitud y pueden impedir, con sus críticas bien intencionadas en ese periodo delicado, que tu proceso de crecimiento se complete satisfactoriamente.
Hay que entender que esta fase no es una lucha contra nada ni nadie sino un proceso de comprensión y adaptación a esa nueva comprensión.
Al pasar a la acción y convertir en actos la nueva forma de pensar y de sentir, es cuando logramos que se anclen completamente y con fuerza los nuevos conceptos en el inconsciente, y entremos así en el paradigma de la coherencia liberadora.
Finalmente, pasados unos noventa días, seguramente ya podremos mirar a los acontecimientos dolorosos del pasado sin que nos afecte en absoluto. Esa es la prueba inequívoca de que el proceso está asentado y va por buen camino.

¿QUÉ CAMBIA AL DESPERTAR?
“¿Qué cambia al despertar? ¿Qué cambia cuando tomas comprensión de algo? Nada, no cambia nada. Todo sigue igual: los personajes del sueño, las circunstancias, tus deseos, tus sueños, tus emociones, tu cuerpo-mente-personalidad-ego. Ahora ya sabes que no te pertenece y te desapegas de ello. Este despertar no implica que no puedas sentir deseos, daño, dolor, dicha, felicidad, sufrimiento, pena. Todavía puedes sentir todo eso, solo que ahora no te concierne. La espiritualidad, la auténtica espiritualidad transformadora, es revolucionaria. No legitima el mundo sino que lo quiebra; no consuela al mundo sino que lo destruye; y no provee al yo de complacencia sino que lo degrada.” Ken Wilber.
Joaquín Ferrer
